ñañañ

ñañañ

jueves, 30 de enero de 2014

desinyectarnos la estupidez

Vi crepitar tus ojos en el espacio
la noche se nos caía
el cuerpo se desatormentaba
y una estampida de almas se caían hacia arriba
desde el ombligo del mundo

Volvía un tigre a esperar en la niebla
quisimos desvestir las armaduras
que aterrorizaban nuestros sueños
de esas sombras extrañas
indescifrables

Mustias estampitas de santos
tapaban los ventanales
y los cerrojos
nos mentimos otra vez
para evitar esa caída de átomos invisibles
y dejar
irremediablemente
que el centro, la superficie, y la periferia
del universo
se nos caiga en el alma
con todo su barro y su sangre
con toda su vigilia y su escafandra

Las garras se doblaban
y permanecían escarbando el infierno
de cada vena
muerta
por la recurrencia de  una misma sangre
como las palabras
repetidas
innumerables veces
-son tan insignificantes-

Nos olvidamos de desinyectarnos
cada siglo
de brisa manchada
y desde que nacimos
seguimos siendo
viejos

ahora te preguntas
¿y de que sirvieron todos estos años?
nadie se detiene a escuchar el mar en el alba
por que los oídos rebalsan murmullos
que no rumorean
la luz de la luna en el bosque
sino un silencio
que nos quebranta
los huesos
un silencio
que nos vende
para mantener secuestrada nuestra
todavía
inexistente
posibilidad
de existir

Vernos así
tan arrugados
no sabiéndonos

guardados hasta quien sabe que remoto tiempo
sin desdoblarnos la boca
y gritar de una vez

que no le tenemos miedo
a la muerte
por ver cortados
los cables
del sistema
y menos
le tenemos miedo

a la vida