no tocaría jamás
el recuerdo
de la lengua de tus palabras
que se columpiaron entre mis piernas
como un rayo seguro
de amordazar el silencio
y hacernos gritar
en la puerta
de nuestros cuerpos
un libro entero
de mordidas salvajes en la sangre
con besos de cartón
y el olor al escondite de la estación del tren.
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