ñañañ

ñañañ

lunes, 3 de diciembre de 2012

Lodo.

Ahí están. Las gotas que se estrellan sobre el vidrio te lo dicen: el espacio y su garganta interminable de constelaciones escondidas se nos mueve en los labios mojados de una lengua que pasa acariciándolos como si chupara cometas. Mira. Hay algunos chicos que se hamacan en los cuerpos celestes antes de lanzarse convencidos a abrazar para siempre el primer rayo que desprenderá su cuerpo de su cuerpo. En sus ojos viven todas las imágenes que el sonido de una voz les dibujó. La luna les hace temblar de luz cada parte. Si existe su alma hinchada es por que no cesan de moverse, como bailarines en el espacio, como notas en el tiempo. Si necesitan de la tierra es por que, cuando fueron ofidios y de su piel salio otra piel, conviertièronse en movimientos salvajemente refulgentes y terriblemente nocturnos. El fuego frío de un puñal, los trapos tapándoles las palabras, la quietud de una muerte incesante, la sangre anciana: cortada en innumerables fracciones, perdidas, quebradas. Oh viajeros del cosmos, sauce despeinado, bosque de cristal: la puerta del viento se abre con calor.
Basta frotar una mano en una superficie peluda y mimosa
o tajarse lineas en la punta de cada dedo, para tocar la cuerda que vibra en un ritmo
para que ese lanzarse
casi suicidicamente
al mundo
y estrellarse contra la ventana de un bondi
o contra otra gota
que sale
desde dentro del ojo del universo del cuerpo
abra la tormenta en esa garganta infinita
y la lluvia no pare
hasta que nos volvamos música.


No hay comentarios:

Publicar un comentario