ñañañ

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domingo, 8 de mayo de 2016

no hay lugar para la espera

¿Qué puedo decir de la noche yo, que soy poco menos que una sombra, tanto como la misma nada? ¿Con qué argumentos defendieran mis palabras las partículas de algún otro organismo cuando a penas puedo conocer el mío? ¿Qué pianos se enferman a las tres de la mañana en la silueta de un abismo roto por el silencio? Este miedo que desea desde adentro destruirme y que creo ingenuamente ser la dueña. Este caos que naufraga en mi delirio junto al polvo de las mariposas absurdas de estos ojos. Estas naves muertas en el mar de la dulzura cuando por fin miro mi boca y otra vez las ganas de morderme y otra vez en la ventana está saltando la que fui y la que hoy pierdo en un murmullo que me arrastra por los siete infiernos. Ahí busco mi muerte, entre los labios del que amo. Ahí encuentro el amor, en los labios de la muerte. Y este dolor es la ausencia de los dioses que ficcionè todas las tardes. Y no hay lengua que no intente ser yilet que al fin conoce mi sangre, ese paraíso escondido que me mantiene cantando. Algo impide mi camino. Cruel, hambriento, vana escoria. ¿Quien dejó manchada mi muñeca arrebatándome el tiempo? En esa marca yacen los días eternos en los que no vi ni un alma. Son mi actual morada. Las manos de mi memoria, sostenedora de todo lo visto, no dejara lugar para mentiras. Lo que digo no me importa quien lo entienda, sino todo aquello que he callado y que aún callo. Entre líneas navega la belleza, entre los párpados de lo que no se dice. Entonces me sumerjo, estoy envuelta entre caminos, monstruosos son los daños, la envidia, el odio, la desmesurada baba que cae de la boca del rencor limpiando con su peste todo cariño posible. Huye, mi amor, corazón mío, huye de todo el peligro. Arremete temblando en los ríos de la ternura, quien te abraza aún en la màs horrorosa cordura. No me mal interpreten, quien se pierde en un lugar que no conoce, vagabundo del submundo de su mente, no se hecha a las fauces de las bestias, es una forma de exploración con destino de poeta. Linyera de la tormenta, que te aprieten entre risas, reconozco que estoy yendo hacia lo alto de mi mismo, después de haber cruzado los siete dioses de la tristeza. Después de vencer el lugar a la desmemoria. Entonces, ¿por qué no pasar y mirar simplemente a quienes tan envidiosos llaman suerte lo que fue creado con mi mas hermosa muerte?

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